No more childhood - Starter Set

Así arrancaba la partida del torneo de Z-Survivors, una batalla sin tregua en la que cada esquina del tablero ocultaba una amenaza, un giro inesperado… o una traición. Entre los jugadores se encontraba una figura destacada: el campeón del mundo, el ganador del anterior torneo. Todos los ojos estaban puestos en él. ¿Sería capaz de repetir la hazaña… o caería devorado por la presión (y por los zombis)?
Cada jugador comenzó en una esquina del mapa, explorando con cautela, buscando loot, armamento y cualquier ventaja para resistir lo inevitable. Los recursos escaseaban, y los zombis no tardaron en hacer acto de presencia.
El campeón no tuvo un inicio fácil. Apenas había dado unos pasos cuando fue acorralado por varios zombis. Logró refugiarse en una casa… solo para encontrarse con dos muertos vivientes más en el interior. Su destino parecía sellado. Pero la suerte —o la habilidad— volvió a estar de su lado. Encontró una escopeta, y como si fuera una extensión de su brazo, la utilizó para liquidar a los enemigos dentro. Justo en ese momento, una alarma empezó a sonar en la lejanía, atrayendo a los zombis del exterior y dándole un respiro crucial. Gracias a su sigilo, consiguió sobrevivir. El campeón seguía con vida.
Mientras tanto, el campo de batalla se teñía de historias cruzadas. Uno de los jugadores corría por las calles como un pistolero salido de una película, con dos pistolas en la mano y muchas ganas de acción… aunque sin dejar realmente huella. A veces, la supervivencia también se escribe en los márgenes.
Una de las escenas más brutales del torneo no vino de un zombi, sino de un corazón humano.
Dos jugadores, mejores amigos en la vida real, se cruzaron. Uno de ellos, en un gesto noble, decidió no rematar al otro cuando tuvo la oportunidad.
Un error.
El otro, Marius, no dudó. Se giró. Le clavó una flecha en la cabeza con una ballesta.
Fría, silenciosa, letal.
Una traición que dejó al resto de la mesa sin palabras.
Y por si esto fuera poco, apareció él.
Papá Noel. O más bien, un survivor que usaba la miniatura de Papá Noel para sembrar el caos.
Vestido para repartir regalos, se encontró cara a cara con el campeón del mundo. Lo que siguió fue un combate cuerpo a cuerpo épico, digno de leyenda.
Durante dos turnos, intercambiaron golpes sin descanso. Se hirieron mutuamente, cada acción medía el filo entre la gloria y la tumba.
Pero solo uno podía salir de ahí.
Y fue el campeón quien, en el último aliento, logró abatir a Santa Claus. Porque ni en Navidad se sobrevive en Z-Survivors.
🧟♀️ El apocalipsis no perdona
A lo largo de la partida, el tablero fue testigo de todos los horrores del apocalipsis: el temido Zombie Runner hizo su aparición, veloz y letal. También el Doberman Zombie, una bestia imparable que sembró el caos entre los jugadores. Todo estaba en contra, pero el campeón resistía.
El tiempo llegó a su fin.
Se contaron los puntos.
Y no hubo discusión posible: el campeón del mundo volvió a ganar.
Los jugadores, aún con la adrenalina en el cuerpo, no dudaron en levantarse y felicitarle por una partida absolutamente épica. La forma en la que sobrevivió, resistió y combatió fue digna de los libros de historia del juego.